Vigilante sobre el cerro «Cabeza de Zorro», (517 m de altitud) dominando toda la llanura de los alrededores, se encuentra el Alcazaba medieval de Trujillo, del que parten las murallas de la ciudad.  Desde lo alto del Alcazaba («Castillo», para los amigos) se puede visualizar todo el berrocal que rodea la ciudad, construida sobre un batolito de granito resultado de una chimenea volcánica «algo» antigua.

A pesar de que hay evidencias en la zona de pobladores de la edad del bronce, no es hasta la época romana cuando tenemos testimonios más abundantes de paso de civilizaciones por esta ciudad. El primer nombre que se conoce de Trujillo fue «Turaca», luego la romana «Turgalium». También se han encontrado restos visigodos, pero no será hasta el siglo IX, cuando una tribu beréber toma Trujillo y comienza la construcción de las murallas, con 7 puertas.

Cuando Alfonso III, en 881 intentó conquistar la ciudad con sus tropas cristianas, no sólo fracasó, sino que consiguió que los árabes se consolidaran y ampliaran las defensas de la fortaleza construyendo enormes torres albarranas y corachas (las más imponentes del alcazaba). A Trujillo se la empezó a conocer como Taryala, según las crónicas árabes.

Alfonso VII, en 1143 toma la ciudad, pero por poco tiempo porque los sarracenos la recuperan. Veinte años después, en 1165, Fernando II de León vuelve a tomar la ciudad hasta que el árabe Abu Jacob la recupera en 1184. Dos años más tarde, en 1186, Alfonso VIII toma Trujillo y se hacen reformas en las construcciones. Aparecen textos medievales con los nombres de Turgello, y otros en el siglo XVIII con el nombre de Truxillo. Gracias a la Real Academia de la Lengua, en 1815 las «x» pasaron a ser «j» y nos quedamos con nuestro nombre, Trujillo.

Pero siguiendo con las conquistas, el castillo fue asediado nuevamente en 1196 por los árabes. Mantuvieron el poder hasta que el 25 de enero de 1233, las tropas cristianas de Fernando III lograron las reconquista definitiva. Escritos del obispado de ese año denominan a Trujillo, Truxiello y cuenta la leyenda que la Virgen se apareció en una de las 7 puertas, donde más enconada era la batalla, infundiendo valor a los cristianos para conseguir la victoria.  Pues bien, hoy la patrona de la ciudad es la Virgen de la Victoria y la puerta en cuestión la llamamos la Puerta del Triunfo.

Esta vez los cristianos hicieron las cosas bien. Construyeron alcázares por la muralla, junto a las puertas, con guarniciones de soldados para la defensa de éstas y se reconstruyó toda la villa intramuros. Se ganaron el favor de los sucesivos monarcas españoles, consiguieron el título de ciudad en 1430, recibieron a los Reyes Católicos en varias ocasiones, y consiguieron que la Corona, a partir de 1490 rematara las defensas exteriores del Castillo.

Sobreviviendo años de abandono, la invasión francesa, la Guerra Carlista, la República y la Guerra Civil, el Castillo constituye el centro de la historia trujillana. Fue declarado monumento histórico-artístico en 1925 y adquirido por el ayuntamiento en 1929. Las últimas reformas que se hicieron fueron la construcción de una primera capilla para albergar la imagen de piedra de la patrona de la ciudad en 1546, y posteriormente, en 1951, la demolición de dicha capilla para construir otra más grande por dentro entre las dos torres principales (torres albarranas), desde donde la imagen de la Virgen permanece hoy en día mirando hacia su pueblo.

Texto extraído de este artículo de José Antonio Ramos R. (Cronista oficial de Trujillo).